Dahlia de la Cerda resiste y escribe desde un espacio de confinamiento emocional, social y político. Ese lugar en el que, de forma metafórica o literal, abundan la opresión, la violencia, la precarización y la lucha; donde no hay privilegios. A estos sitios les llama “zulos”, más allá de la acepción original que este término tiene para designar escondites físicos o depósitos clandestinos.
El pasado jueves 21 de marzo, la autora de 39 años, originaria de Aguascalientes, estuvo en el Ágora de la Biblioteca Dr. Jorge Villalobos Padilla, SJ, para hablar acerca de la literatura como un espacio de resistencia. Desde esta trinchera, en sus textos aborda el México popular, el México del barrio, el México de los entornos precarizados, el México de esos contextos que sólo se ven en productos culturales desde la pornomiseria: “Yo trato de hablar de estos espacios desde otras miradas, desde otras perspectivas”, dice.
Creció en barrios populares, entre paredes sucias, danzantes y murales de la Virgen de Guadalupe en cada esquina. Siempre supo que no quería ser cualquier tipo de escritora. Mucho menos de las que contemplan la calamidad desde un café en una colonia llena de árboles y calles como de postal, sin que el horror las toque porque se enteran de los hechos a través de la nota roja. Tampoco de aquellas que se van a especializar al extranjero. Su camino, asegura, es el borde del abismo. Sus temas prioritarios, agrega, son las personas precarizadas y racializadas: hombres y mujeres.
Es filósofa y activista, pero su faceta como escritora es la que la llevó a la fama: de su libro Perras de reserva (2022) se vendieron al menos 15 mil ejemplares y fue traducido a seis idiomas. Este libro se compone de 13 relatos contados desde la perspectiva de mujeres que se entrelazan con distintas formas de violencia, ya sea como víctimas o perpetradoras. La narrativa abarca un amplio espectro de personajes, incluyendo asesinas a sueldo, figuras populares en redes sociales, practicantes de magia, devotas religiosas y trabajadoras sexuales.
Antes de dedicarse a la escritura trabajó en un call center, en una fábrica de dulces y en un bar. También vendió Avon, rosas negras y ropa de segunda mano en el tianguis. De forma interrumpida, cursó en línea la carrera de Filosofía y Letras: la muerte de su padre y una depresión profunda impidieron que estudiara en condiciones óptimas.
La literatura se convirtió en su medio de expresión desde la adolescencia, cuando redactaba sus emociones y vivencias en diarios personales. La influencia de la cultura gótica la motivó a buscar una forma de arte accesible y así fue que encontró en la escritura el canal perfecto.
Pero fue el feminicidio de una prima el que la orilló a escribir sobre la violencia contra las mujeres: “Este hecho fue determinante. Quisiera que no hubiera ocurrido algo así en mi familia, quisiera no haber pasado por eso. Aún no he llegado a un nivel de éxito como para que yo diga: ‘Valió la pena’. Y tampoco es que soy tan mezquina como para decir: ‘Ay, valió la pena que sucediera algo así en mi familia porque ahora yo soy tan exitosa’. De lo que sí estoy segura es que si no hubiera pasado yo no habría escrito de los temas que estoy escribiendo y obviamente no tendría la relevancia como escritora que tengo en este momento”.
“Han influido mucho en mi éxito los temas y la mirada desde donde los toco. Y desde luego que a mí me interesaron estos temas porque me atravesaron. Si no me hubieran atravesado hubiera querido seguir escribiendo de vampiros o de historias de terror, o a lo mejor me hubiera enfocado en algunos otros temas. Creo que mi escritura sí está hecha completamente desde la herida, y que esto sí tiene que ver totalmente con mi éxito”.
Durante la charla, la también llamada “escritora incendiaria” expresó su sentimiento de desencanto hacia el movimiento feminista actual, particularmente en relación con las discusiones recurrentes y conflictos internos que han surgido. La desilusión se debe, en parte, a la persistencia de debates que considera que ya deberían haber avanzado o tendrían que estar resueltos, como el racismo, el clasismo y la transfobia.
Esto la llevó a replantearse su identificación con el feminismo y a buscar formas alternativas de apoyo y activismo que se alineen más con sus valores y objetivos personales. A pesar de este desencuentro, sigue comprometida con causas feministas a través de acciones concretas, como el apoyo a abortos seguros y el empoderamiento de mujeres en situaciones vulnerables.
Sobre su encuentro con estudiantes del ITESO, Dahlia resaltó la importancia que tiene para ella visitar este tipo de universidades: “Además de motivarlos a escribir, es importante que puedan utilizar la literatura como una herramienta para construir un mundo mejor. Que conozcan otras perspectivas y que hay otros espacios en donde se está trabajando por la construcción de un mundo más pacífico”.
FOTO: Luis Ponciano
¿Qué significa ser una mujer escritora desde un espacio de resistencia?
Para empezar, durante mucho tiempo la educación y la escritura estuvieron vetadas para las mujeres. El hecho de que las mujeres podamos estudiar, podamos escribir y podamos publicar es reciente, no siempre se pudo, no siempre estaba permitido, hay lugares en el mundo donde todavía las mujeres no pueden estudiar sin meterse en problemas. Creo que ya el hecho de que una mujer se eduque, de que una mujer lea, de que una mujer escriba, es un espacio de resistencia. Para mí también es un espacio de resistencia que dentro de la literatura haya mujeres que están en conflicto con la ley porque se dedican a oficios como el sicariato; o chicos que se dedican al narcotrabajo, porque es importante que se sepa que estas historias también existen.
¿Qué les dirías a las jóvenes que quieren ser escritoras?
Les diría que es muy importante ser disciplinada. Hay muchas cosas que vas a sacrificar para sostener una carrera literaria. Por ejemplo, habrá días en que te quieras ir de fiesta y que te tengas que quedar en casa a escribir, a corregir un texto, a leer un texto. Con disciplina me refiero a que tengan sus bitácoras de trabajo para presentar a premios literarios, para presentar propuestas editoriales, que estén constantemente escribiendo, constantemente ejercitando el músculo de la escritura.
Dahlia De la Cerda es escritora, activista y filósofa. En 2009 ganó el premio Letras de la Memoria, organizado por el Centro Cultural Los Arquitos. Ha recibido apoyo económico para creadores por parte del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) en 2015, y del Programa Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), en 2016 y 2018. Es codirectora en Morras Help Morras. Entre sus publicaciones están Tsunami 2 (2020), Perras de reserva (2022) y Desde los zulos (2023).
FOTOS: Zyan André