#AutoraDelMes: Hannah Arendt

Hannah Arendt

Filósofa, periodista, refugiada, testigo del siglo XX. Sus ideas sobre el poder, la libertad y la responsabilidad siguen ayudando a pensar hasta el día de hoy.

Hannah Arendt nació en 1906, en Hannover, Alemania. Creció en una familia judía y desde muy joven fue una lectora voraz. Estudió filosofía con algunos de los grandes filósofos de su tiempo —Martin Heidegger y Karl Jaspers—, aunque más adelante se distanciaría de ellos por razones que van más allá de lo académico.

Cuando el nazismo llegó al poder, Arendt tuvo que huir de Alemania. Primero a Francia, luego a Estados Unidos. Tenía poco más de treinta años y ya había perdido casi todo: su país, su lengua y a muchos de sus amigos. En el exilio, empezó a escribir sobre lo que estaba viviendo, no desde la distancia del análisis, sino desde la experiencia humana del desarraigo y la violencia.

A Hannah le interesaba, sobre todo, entender cómo fue posible el mal. No el mal como idea abstracta, sino el mal cotidiano, el que ocurre cuando alguien deja de pensar por sí mismo. Su libro Eichmann en Jerusalén (1963), donde acuñó la famosa expresión “la banalidad del mal”, causó un enorme revuelo. En él no retrata a un monstruo, sino a un burócrata común que obedecía órdenes sin reflexionar. Y eso, para Arendt, era lo más aterrador: que el horror pudiera venir no del odio apasionado, sino de la obediencia automática. Pensar, decía, es una forma de resistencia.

Otra de sus obras más importantes es La condición humana (1958), donde reflexiona sobre lo que significa actuar, crear y convivir en el mundo. Para ella, la política —la buena política— no era el poder por el poder, sino el espacio donde las personas pueden hablar, disentir, construir algo juntas.

Curiosamente, Hannah Arendt no se consideraba filósofa. Decía que los filósofos se ocupan del “hombre”, en abstracto, y que a ella le interesaban las personas reales y las cosas que suceden entre ellas. Quizá por eso su escritura tiene algo distinto: no es fría, ni cerrada, ni solemne.
Su vida entera fue una invitación a no dejar que otros piensen por nosotros. A hacerse preguntas, incluso cuando duelen. A no acostumbrarse al absurdo ni a la injusticia.

Hannah Arendt murió en 1975, en Nueva York, pero sus ideas siguen ofreciendo claridades en tiempos de confusión. Porque, como ella misma escribió, “comprender no significa perdonar, sino examinar y enfrentar la realidad tal como es”.

Te invitamos a explorar su obra en la Biblioteca ITESO

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